Queridos alumnos:
Nos toca seguir con la literatura de la segunda mitad del S.XIX, es decir, con el Realismo. Os sugiero, por supuesto, que consultéis la información completa de la unidad, pero aquí preferiría centrarme en el género literario más importante en el Realismo, que es por supuesto, la novela.
Bien, empecemos con un poco de historia para poder enmarcar la literatura de este periodo realista.
CONTEXTO HISTÓRICO, SOCIAL Y CULTURAL
Las disputas y controversias entre conservadores y liberales continúan marcando el acontecer histórico de esta segunda mitad del siglo XIX. Se suceden periodos políticos de carácter autoritario con periodos de carácter liberal. En 1968 se produce La Gloriosa, la revolución que acaba temporalmente con la monarquía borbónica. La figura clave de este momento es el general Prim, quien amalgama un conjunto de fuerzas muy heterogéneas (liberales, progresistas, demócratas, republicanos) que serán incapaces de encontrar un programa común. La intervención del ejército restaura en el trono a los Borbones, ahora en la figura de Alfonso XII. Se inicia con ello el largo periodo de la Restauración. El principal político de la época es Cánovas, jefe del partido Conservador. Consolidado este sistema en los años 80, Cánovas y Sagasta (jefe del partido liberal) acuerdan en el llamado Pacto de El Pardo la alternancia en el poder de los dos partidos.
A lo largo de esta época, la sociedad española experimenta una transformación evidente: la población crece de manera significativa. La población sigue siendo mayoritariamente rural.
Socialmente, la burguesía no es capaz de llevar a buen puerto la revolución liberal. La alta burguesía financiera se acaba fundiendo con los restos de la vieja aristocracia y se constituye así la oligarquía dominante de la Restauración. Por su parte, el movimiento obrero se organiza progresivamente.
En el campo de la cultura, es visible también el enfrentamiento entre las ideas conservadoras y liberales. Por otra parte, el analfabetismo sigue siendo todavía un grave problema en España.
Benito Pérez Galdós |
CARACTERÍSTICAS LITERARIAS:
REALISMO Y NATURALISMO
.Observación y descripción precisa de la realidad:
Este interés por la observación de la realidad es paralelo a los métodos de observación característicos de las ciencias experimentales. Para ello, los escritores llegan a documentarse sobre el terreno tomando apuntes sobre personajes o ambientes, o bien consultan libros, de los que extraen la información precisa. La vida real se convierte así en objeto estético.
.Ubicación próxima de los hechos:
Frente a la evasión espacio-temporal del Romanticismo, los autores realistas escriben sobre lo que conocen, por lo que tienden a situar sus obras en lugares próximos y en el momento presente. La mirada se desplaza a lo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la fantasía.
. Frecuente propósito de crítica social y política:
Esta intencionalidad sociopolítica varía según la ideología particular de cada escritor. En general, los escritores conservadores describen la realidad para mostrar su degradación y postular un retorno a los viejos valores tradicionales. Los progresistas también muestran lacras sociales, pero éstas, según ellos, obedecen en muchos casos a la pervivencia de una mentalidad conservadora que lastra el avance hacia un mundo nuevo.
.Estilo sencillo y sobrio:
Los realistas no sólo abandonan los temas legendarios del Romanticismo, sino que rechazan la pomposa retórica romántica. El ideal del estilo realista es la claridad y la precisión.
Predilección por la novela:
El género literario por excelencia fue la novela, que alcanzó un auge inusitado. Según los realistas, la prosa narrativa era el género más adecuado para reflejar la realidad en su totalidad. Elementos importantes de la novela realista son: VEROSIMILITUD, PROTAGONISTAS INDIVIDUALES O COLECTIVOS, NARRADOR OMNISCIENTE, DIDACTISMO, APROXIMACIÓN DEL LENGUAJE AL USO COLOQUIAL.
Novelistas realistas importantes fueron:
Juan Valera, José Mª de Pereda, Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós o Leopoldo Alas, alias "Clarín". Recordemos, por supuesto a los novelistas europeos contemporáneos como Balzac, Flaubert y Tolstoi.
Sepamos algo más sobre:
BENITO PÉREZ GALDÓS
El gran número de novelas escritas por Galdós ha exigido una clasificación por parte de la crítica literaria.
Primeras novelas: Son las publicadas durante la década de los setenta. Casi todas ellas son novelas de tesis, donde se contraponen dos ideologías: conservadora y liberal. La intención didáctica de estas obras es explícita. Encontramos todavía personajes bastante planos psicológicamente, la tesis es bastante maniquea: hay personajes muy malos y otros muy buenos, o las víctimas de por vida de otros personajes o de una situación, quizás en un perfil psicológico demasiado simplista aún.
En cambio en las Novelas españolas contemporáneas, se produce un intenso cambio en la profundización psicológica, los personajes son mucho más complejos y sufren una evolución. Así llamó Galdós a las novelas publicadas a partir de 1881. En casi todas ellas, Galdós despliega muchas de sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y tipos, uso magistral de los dialógos, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio manejo narrativo de múltiples anécdotas argumentales. Títulos destacados de este grupo de novelas son: La desheredada, Fortunata y Jacinta y La de Bringas.
Episodios Nacionales: Están constituidos por cuarenta y seis novelas. Pretenden reconstruir de forma novelada la historia del siglo XIX español.
Últimas novelas: La crisis de la estética realista, y, por otra parte, el interés por buscar nuevos cauces expresivos, determinarán un cambio de rumbo en la narrativa de Galdós, en la etapa última de su trayectoria. En alguna de las novelas de este grupo se percibe un espiritualismo muy característico de la narrativa europea de finales de siglo. Títulos importantes de esta época son: Misericordia y Tristana.
Bien, analicemos los siguientes fragmentos:
MARIANELA DE GALDÓS
¡Cosa rara, inaudita! La Nela que nunca había tenido cama, ni ropa, ni zapatos, ni sustento, ni consideración, ni familia, ni nada propio, ni siquiera nombre, tuvo un magnífico sepulcro que causó no pocas envidias entre los vivos de Socartes. Esta magnificencia póstuma fue la más grande ironía que se ha visto en aquellas tierras calaminíferas. La señorita Florentina, consecuente con sus sentimientos generosos, quiso atenuar la pena de no haber podido socorrer en vida a la Nela, con la satisfacción de honrar sus pobres despojos después de la muerte. Algún positivista empedernido criticóla por esto; pero nosotros vemos en tan desusado hecho una prueba más de la delicadeza de su alma.
Cuando la enterraron, los curiosos que fueron a verla ¡esto sí que es inaudito y raro!, la encontraron casi bonita; al menos así lo decían. Fue la única vez que recibió adulaciones.
FORTUNATA Y JACINTA DE GALDÓS
Juanito no pecaba de corto, y al ver a la chica y observar lo linda que era y lo bien calzada que estaba, diéronle ganas de tomarse confianzas con ella.
–¿Vive aquí –le preguntó– el señor de Estupiñá?
–¿Don Plácido?… en lo más último de arriba –contestó la joven, dando algunos pasos hacia fuera.
Y Juanito pensó: «Tú sales para que te vea el pie. Buena bota»… Pensando esto, advirtió que la muchacha sacaba del mantón una mano con mitón (2) encarnado y que se la llevaba a la boca. La confianza se desbordaba del pecho del joven Santa Cruz, y no pudo menos de decir:
–¿Qué come usted, criatura?
–¿No lo ve usted? –replicó mostrándoselo–. Un huevo.
–¡Un huevo crudo!
Con mucho donaire, la muchacha se llevó a la boca por segunda vez el huevo roto y se atizó otro sorbo.
–No sé cómo puede usted comer esas babas crudas –dijo Santa Cruz, no hallando mejor modo de trabar conversación.
–Mejor que guisadas. ¿Quiere usted? –replicó ella ofreciendo al Delfín lo que en el cascarón quedaba.
Por entre los dedos de la chica se escurrían aquellas babas gelatinosas y transparentes. Tuvo tentaciones Juanito de aceptar la oferta; pero no: le repugnaban los huevos crudos.
–No, gracias.
Ella entonces se lo acabó de sorber, y arrojó el cascarón, que fue a estrellarse contra la pared del tramo inferior. Estaba limpiándose los dedos con el pañuelo, y Juanito discurriendo por dónde pegaría la hebra, cuando sonó abajo una voz terrible que dijo:
–¡Fortunaaá!
Y vayamos ahora a leer un fragmento de La Regenta, una de la más importantes obras realistas, en este caso de Clarín, que realiza una crítica mordaz de la sociedad española en su hipocresía y costumbres asumidas por tradición que solo hacen más infelices a los seres humanos. El retrato psicológico femenino de Ana Ozores, la Regenta, es uno de lo más célebres de la literatura.
LA REGENTA DE CLARÍN
Las primeras palabras de amor que Ana, ya vencida, se atrevió a murmurar con voz apasionada y tierna al oído de su vencedor, no el día de la rendición, mucho después, fueron para pedirle el juramento de la constancia...
«Para siempre, Álvaro, para siempre, júramelo; si no es para siempre, esto es un bochorno, es un crimen infame, villano...».
Mesía había jurado, y seguía jurando todos los días, una eternidad de amores.
La idea de la soledad después de aquello, le parecía a la Regenta más horrorosa que en un tiempo se le antojara la imagen del Infierno.
Con amor se podía vivir donde quiera, como quiera, sin pensar más que en el amor mismo...; pero sin él... volverían los fantasmas negros que ella a veces sentía rebullir allá en el fondo de su cabeza, como si asomaran en un horizonte muy lejano, cual primeras sombras de una noche eterna, vacía, espantosa. Ana sentía que acabarse el amor, aquella pasión absorbente, fuerte, nueva, que gozaba por la primera vez en la vida, sería para ella comenzar la locura.
«Sí, Álvaro; si tú me dejaras me volvería loca de fijo; tengo miedo a mi cerebro cuando estoy sin ti, cuando no pienso en ti. Contigo no pienso más que en quererte».
Esto solía decir ella en brazos de su amante, gozando sin hipocresía, sin la timidez, que fue al principio real, grande, molesta para Mesía, pero que al desaparecer no dejó en su lugar fingimiento. Ana se entregaba al amor para sentir con toda la vehemencia de su temperamento, y con una especie de furor que groseramente llamaba Mesía, para sí, hambre atrasada.
Él estuvo el primer mes asustado. Si los primeros días renegaba del miedo, de la ignorancia y de los escrúpulos (absurdos en una mujer casada de treinta años, según la filosofía del Presidente del Casino), pronto vio tan colmada la medida de sus deseos, que llegó a inquietarle «otro aspecto» de sus amores. Nunca había sido más feliz. ¿Quería satisfacer el amor propio a quien la edad empezaba a dar algunos disgustos? Pues Ana, la mujer más hermosa de Vetusta, le adoraba; y le adoraba por él, por su persona, por su cuerpo, por el físico. Muchas veces, si a él le daba por hablar largo, y tendido, ella le tapaba la boca con la mano y le decía en éxtasis de amor: «No hables». Mesía no echaba esto a mala parte; también él reconocía que lo mejor era callar, dejarse adorar por buen mozo. ¿Quería satisfacer caprichos de la carne ahíta, gozar delicias delicadas de los sentidos? Pues la misma ignorancia de Ana y la fuerza de su pasión y las circunstancias de su vida anterior y las condiciones de su temperamento y la de su hermosura facilitaban estos alambicados goces del gallo, corrido y gastado, pero capaz de morir de placer sin miedo. Y a pesar de tanta felicidad, Mesía estaba intranquilo.
TAREA
-Leed por favor los fragmentos anteriores y explicad por qué pertenecen al Realismo, a qué autor y en el caso de Galdós concretamente a cuál de sus etapas.
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