Queridos amigos:
En este caso solo quiero traeros un breve y escueto esquema sobre la literatura española de posguerra. Una etapa crucial en nuestra historia. Esquema que completaremos en clase.
Así, si hablamos de poesía, la década de los 40 se divide en:
Literatura arraigada (afín al régimen franquista, se expresa un mundo ordenado, se habla de naturaleza o de religión, no hay ninguna circunstancia que denunciar): Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo. Las revistas que publican las creaciones de estos poetas son: "Escorial", "Garcilaso".
Literatura desarraigada: Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso, sus características son el sufrimiento, la angustia, la denuncia ante una situación insostenible de represalias y las preguntas ante un Dios silencioso sobre el horror que permite, sin asomarse ni responder.
El mismo dolor ante la inmediata posguerra se manifiesta en Ángel fieramente humano (1950) y "Redoble de conciencia" (1951) de Blas de Otero, poemarios que recogerá en Ancia (1958).
En la novela marca un hito La familia de Pascual Duarte (1942 ) que expresa a través del tremendismo el duelo, la herida todavía latiendo. Nada (1944) de Carmen Laforet, novela de hambre y metáforas sobre las agresiones en el marco de una familia desestructurada de uno de los hombres hacia su mujer y el dolor, el fracaso, el vacío, las carencias, los recuerdos de lo que se hizo y no se debió hacer pero era necesario para salvar la vida durante la guerra, las represalias, las penalidades, las cartillas de racionamiento y la luz que supone para su protagonista, Andrea, encontrarse y hacerse amiga en la universidad de una chica pudiente que la invita a merendar y a vislumbrar otro mundo, representan una metáfora del momento terrible por el que atraviesa España.
En el teatro la alta comedia distrae a las clases altas de la sociedad y a los convencidos de la situación de dictadura, como si no pasara nada, como si solo las situaciones íntimas y personales con sus eternos conflictos tuvieran importancia, nada de compromiso ni de denuncia social o política, así: Jacinto Benavente o Edgar Neville. O, por supuesto, el teatro cómico, que nos hiciera sumirnos en la aceptación, como el de Enrique Jardiel Poncela: Eloísa está debajo de un almendro (1940).
Mientras que irumpen otras piezas teatrales que refieren metafóricamente el dolor y la falta de futuro, de expectativas posibles ante un panorama desolador, como el Antonio Buero Vallejo: Historia de una escalera (1949) que muestra las vidas frustradas de los vecinos., metáfora de una España desgarrada.
Los años 40 sirvieron de expresión de la herida reciente, del duelo que asolaba a los habitantes de un país que salían de una posguerra entre hermanos.
Los años 50 sin dejar atrás un duelo todavía reciente, una herida que se sigue desangrando, muestran la necesidad y la intención de la reconstrucción, del perdón, de la mirada hacia delante. Así:
La poesía social se manifestará en Pido la paz y la palabra de Blas de Otero o en Cantos iberos de Gabriel Celaya.
Mientras que en novela La colmena (1951) marca un hito ante el desgarro vivido con la descripción de una serie extensísima de personajes dolidos, dolientes que todavía denuncian el miedo ante las represalias, el hambre y la línea divisoria entre vencedores y vencidos. Novela de protagonista múltiple como variada es la realidad social. El camino (1950) de Miguel Delibes que anuncia la dificultad y la incertidumbre pero la necesidad de nuevos horizontes, en los pensamientos de un muchachito que debe salir del pueblo para irse a estudiar el bachillerato. Mientras que el realismo objetivo (con un narrador que narra los acontecimientos como si fuera una cámara de cine que no interioriza en ningún caso en los sentimientos, pensamientos o vida de los personajes) se manifiesta en El jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, que procura reflejar con la mayor objetividad posible la jerga juvenil en los diálogos de un grupo de gente joven que van a pasar un domingo de descanso en el Jarama. Las páginas transcurren monótonas, reflejando el habla de los jóvenes y sus vidas intrascendentes y aburridas hasta que se ahoga una de las chicas en el río al final de la jornada como metáfora de la denuncia de algo que está pasando pero no se puede decir.
El teatro procura simular la apariencia de la normalidad y la falta de problemas. Seguimos con las risas con la diversión de Alfonso Paso, mientras que Antonio Buero Vallejo nos muestra en En la ardiente oscuridad (1953) la metáfora de la ceguera feliz la imposibilidad de acallar la imposibilidad de realizarse en una dictadura.
Por su parte, Alfonso Sastre en Escuadra hacia la muerte (1953) nos habla de una hipótetica Tercera Guerra Mundial y del asesinato por parte de cinco soldados, carentes de espíritu militar a su cabo y su arrepentimiento, su miedo o su necesidad de sobrevivir y en La mordaza nos relata la historia de un déspota que tiene aterrorizada a su familia, que conoce incluso que es un asesino, hasta que su nuera lo denuncia ante la policía, clara metáfora de la dictadura y sus horrores (1954).
La década de los 60 representa la necesidad del cambio en la forma de expresarse, de la indagación, de la experimentación y en la búsqueda de nuevos contenidos, cansados los autores del dolor y de un duelo del que necesariamente deben salir.
Así la poesía en la expresión de Jaime Gil de Biedma, claudio Rodríguez, Carlos Sahagún, Francisco Brines nos lleva a los sentimientos de sus trayectorias personales.
En 1970 se publicará la antología Nueve novísimos poetas españoles por José María Castellet, cuyos autores, como Gimferrer, Vázquez Montalbán o Leopoldo María Panero han nacido después de 1939 y recogen temas novedosos y diferentes como los tebeos, la televisión, el rock, el jazz, Vietnam, el racismo, Mariln Monroe, Groucho Marx... fiel reflejo de un nuevo panorama social y de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo y en la moda.
La novela no podía ser menos y con Tiempo de silencio (1962), Luis Martín Santos denuncia el atraso de la sociedad española en la investigación, en la medicina, en los amiguismos, en la represión política aún imperante, al tiempo que juega con el perspectivismo, las innovaciones narrativas, el monólogo interior, la innovación formal en definitiva en la recreación de mitos clásicos que se codean con el atraso en las costumbres españoles y, por supuesto refleja la diferencia en las clases sociales que reciben la suerte o desgracia de sus vidas en función de las mismas.
De igual manera Últimas tardes con Teresa (1967) de Juan Marsé refleja el contraste entre la alta sociedad catalana y las clases pobres y trabajadoras, representadas entre otros por Teresa, la joven revolucionaria en sus palabras pero pudiente y representante de una niña de familia bien y el hombre que se enamora de ella, dispuesto a seducir a una joven de clase alta pero que cae en la propia trampa de sus más íntimos sentimientos que le traicionan.
San Camilo, 1936 (1969) de Camilo José Cela representa en el mónologo interior, el contrapunto de breves textos con recortes de periódicos o publicidad el recuerdo de la tragedia que se avecinaba en forma de guerra civil en España.
En el teatro continúa Antonio Buero Vallejo con obras como El tragaluz (1967) que refleja la historia de dos hermanos enamorados de la misma mujer, pero uno de ellos en una posición social alta y el otro humilde, separados tras la guerra civil y herederos de sus fantasmas o La doble historia del doctor Valmy (1968) que cuenta la historia de un policía que es obligado a torturar a otro hombre, víctima de los vencedores de la guerra y que no puede soportar la presión.
Alfonso Sastre con La taberna fantástica (escrita en 1966 pero estrenada en 1985) nos hace partícipes de la vida de Rogelio, el Rojo, que está en busca y captura por matar a un guardia civil y que tras la muerte de su madre, se reúne en la taberna de Luis en un barrio marginal de Madrid con su pandilla de jóvenes delincuentes y desarraigados. Se emborrachan y la noche termina con su muerte, mientras sus amigos lo elogian.
Antonio Gala con obras como Los verdes campos del Edén (1963) donde Juan, un vagabundo, llega a una ciudad en busca del panteón de su abuelo, único lugar que le sugiera la raíz a algún lugar. Allí cree que está su hogar y el día de navidad invita a los desarragaidos que ha conocido y que se han convertido en su familia y amigos con el visto bueno del guarda del cementerio a compartir unas horas de felicidad. Pero el jaleo hace que acudan las autoridades y Juan es detenido.
Fernando Arrabal con El Jardín de las delicias (1967), El arquitecto y el emperador de Asiria (1967) o Francisco Nieva con Pelo de tormenta (1961) crean un teatro simbólico y alegórico, de influencia vanguardista, que acentúa los aspectos visuales, sonoros y musicales para ofrecer un espectáculo total.
A finales de los 60 surgen grupos de teatro independiente que llevarán sus montajes a fábricas, calles, escuelas…